Del capítulo 10:
Una internet subterránea
W. Brown
¿Puede un árbol maduro alimentar a plántulas que recién comienzan a desarrollarse a la sombra de su follaje? ¿Pueden dos árboles de diferentes especies intercambiar nutrientes cuando uno de ellos los necesita y al otro le sobran? ¿Se reconocen las plantas entre sí? ¿Puede una planta prevenir a otra cuando se acercan insectos peligrosos? ¿Están todos los árboles de un bosque conectados entre sí?
Ante estas interrogantes podemos elegir al menos entre tres caminos. El primero, es una reacción inmediata, negativa, considerándolas hasta ridículas. ¿A quién se le ocurriría pensar que los árboles se comunican? El segundo es el científico. Son preguntas que valen la pena y que requieren investigaciones serias. Debemos admitir que la ciencia aún tiene mucho que aprender y descubrir sobre la Naturaleza. La tercera ruta es la de la pseudociencia, afirmaciones presentadas incorrectamente como ciencia, mezclando conceptos científicos reconocidos con otros de validez muy cuestionable y en la mayor parte de los casos, inverificables.
Este capítulo profundiza en estas preguntas, a veces incomodas para los científicos, pero que a mí no me asustan. Lo que sí me aterra es el poder de convencimiento que puede lograr la pseudociencia y el riesgo que corremos de creer lo que se pregona y se publica, muchas veces sin ningún sustento.
«El cielo está bajo nuestros pies, así como sobre nuestras cabezas»
Henry David Thoreau