Se acerca una tormenta; seguramente lloverá muy pronto, ya se siente el olor a tierra mojada. Muchos disfrutamos de ese aroma. Algunos se preguntan porque nos resulta tan agradable. Otros, menos curiosos quizás, quedarían conformes al menos sabiendo de donde proviene.

La ciencia nos ha dado la respuesta. Tiene que ver con los actinomicetos, unas pequeñas y frecuentemente ignoradas criaturas que están por todos lados. No las vemos, pero están tanto en los suelos como en el agua de ríos y océanos. Abundan alrededor de las raíces de las plantas protegiéndolas de ataques de hongos, bacterias y otros patógenos. Como veremos en este capítulo, también nos protegen a nosotros.

Gracias a los actinomicetos tenemos antibióticos. El suelo y sus habitantes continúan sorprendiéndonos con lo que nos ofrecen. La historia de los antibióticos es el tema del próximo capítulo.