Del capítulo 31:
Una guerra santa
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Nuestra relación con los microbios y con los insectos ha ido cambiando; lo que por milenios fue de coexistencia más o menos pacífica, últimamente, con algunos, se ha convertido en una guerra declarada. Los suelos han sido campos de batalla con hongos e insectos convertidos en blanco de ataques de los humanos al considerarlos plagas de los cultivos. Las batallas no siempre han sido triunfales.
En este capítulo se presenta un caso emblemático: la interminable guerra contra las langostas. Estos insectos ya estaban entre las diez plagas de Egipto.
La guerra comenzó cuando las mangas de langostas comenzaron a devorar los cultivos de los primeros agricultores. Desde ese remoto pasado la guerra ha continuado con los Homos utilizando un variado arsenal, desde oraciones a los dioses, procesiones, la excomunión de las langostas, prescripciones por medio de leyes y decretos, gallineros móviles, lanzallamas, música psicodélica para espantarlas, intervenciones militares, armas químicas, sebos tóxicos, y hasta multas a los que no las combatieran. Actualmente se monitorean los movimientos de los enjambres con satélites y se adelantan las trayectorias con modelos. La guerra continua.
Repasando esta historia resulta evidente que la idea de exterminarlas era demasiado optimista. Ganar esta guerra (y algunas otras) por aniquilación será difícil.
«Que se digan las nueve misas de rogativa a Nuestra Señora por la langosta, y que se busquen clérigos y frailes que digan misas, y luego las anatematicen y maldigan, lo que se les pagará».
Actas del Cabildo de Gran Canaria
9 de diciembre de 1589