Esta semana estuve de visita en una escuela rural en el departamento de San José: la Escuela Rural No. 35 de Tropa Vieja, para conversar con los alumnos sobre los habitantes del suelo. Todo surgió cuando una madre de dos de los niños de la escuela compartió con la directora mi libro “Mira donde pisas”. Por supuesto, no es un libro escrito para niños, sino, como se indica en el prólogo, trata de llegar a adolescentes y adultos que no necesariamente posean un conocimiento detallado de la biología del suelo, una audiencia no especializada pero curiosa.
Según me lo trasmitieron, las maestras leyeron algunos capítulos de los cuales surgió material para conversar con los alumnos, comentar algunas de las historias del libro y organizar actividades didácticas – experimentos – en el amplio parque de la escuela donde ya tenían un invernáculo y un sendero de árboles nativos. Al observar espacios con vegetación diferente, donde crecían algunas especies y otras no, se les ocurrió “cercar” un círculo del parque evitando de esa manera pisarlo para luego comparar el tapiz con el del suelo no cercado: investigar si aparecian diferencias en la cubierta vegetal. Una investigacion ingeniosa para niños de esa edad.
Por su lado, la directora me ubicó para preguntarme si estaba dispuesto a ir a la escuela, comentar sobre sus actividades en el parque, y conversar con los alumnos sobre la vida en el suelo. Por supuesto, no podía negarme a esa visita, que ya desde el inicio, sabía que iba a ser un reto. Estoy bastante acostumbrado a participar en congresos y discusiones científicas, pero yo preveía que conversar con niños de escuela planteaba desafíos muy diferentes.
Me preparé para el evento. Conversando con otra maestra amiga, ya retirada y autora de algunos libros orientados a niños, aprendí que lo que más los motivaría serían imágenes, historias y anécdotas. Hay que mostrar y después hablar. Si me ponía a recitar una clase de biología, los iba a aburrir. En la forma de llegar a los niños, hay muchas cosas elementales que los maestros dominan, pero que yo ignoro. De cualquier manera, me atreví; busqué imágenes en mi colección de fotos y en el internet, y encontré además varios videos ilustrando la biodiversidad que pisamos todos los días y las interacciones entre los múltiples seres vivos que habitan el suelo. Comencé nervioso, pero rápidamente me di cuenta de que esa estrategia estaba funcionando. Eso fue cuando comenzaron a hacerle preguntas al “abuelo Ruben” (les había pedido que no me llamaran maestro ni señor).
Conversamos hasta de las bacterias. Se sorprendieron al ver en video como unas amibas atrapaban a otros microbios, así como lombrices apresadas por el pico de un zorzal (lo que derivó en una discusión sobre si sobrevivían con su cuerpo dividido en dos). Hubo gritos de sorpresa cuando vieron el tamaño de un enorme termitero (les aclaré que la foto venía del África). Imaginen su sorpresa cuando vieron la fotografía del rostro de una araña al microscopio. Me hicieron muchas preguntas sobre la historia relatada en el libro, cuando “me achiqué” para visitar un hormiguero por dentro. Las preguntas fueron muchas, algunas difíciles de contestar: ¿cómo las hormigas no me habían devorado, si había hormigueros con dos reinas, que pasaba si la reina se moría, si había cementerio en los hormigueros, porqué algunas tenían alas y otras no, y muchas otras que ilustraban la enorme curiosidad de los niños a esa edad.
Me sorprendió el conocimiento de una niña que reconoció inmediatamente a hormigas mieleras cuando mostré una foto. Les pareció muy simpático ver el video de un osito de agua forrajeando en unas algas microscópicas y, quizás con incredulidad, descubrieron que hay hormigas que cuidan rebaños de pulgones y los ordeñan para alimentarse de su miel. Quizás terminaron convenciéndose cuando vieron la imagen en la pantalla. La comunicación entre los árboles por medio de las micorrizas que se asocian a sus raíces dio lugar a lindos intercambios acerca de la similitud con una red subterránea de internet. (Como anécdota, al principio, cuando tuve dificultades para conectar mi computadora al pizarrón electrónico del aula, la directora me aconsejó que le pidiera ayuda al “experto en informática” Sebastián, un niño de quizás 8-9 años, que rápidamente solucionó mi problema técnico).
Me sorprendió una conciencia ecológica, quizás latente a veces, que está ahí en la mente de esos niños. Si está dormida, es fácil despertarla. Nosotros, los adultos, podemos ayudar con nuestro ejemplo en el hogar, contribuir a desarrollar empatía por todas las formas de vida.
Tuve que terminar el intercambio cuando ya eran las 2:30 de la tarde (habíamos comenzado a las 11) porque las camionetas y algunas madres estaban afuera esperando para regresar a los niños a sus casas. No hubo tiempo de salir al parque con la pala, abrir un pozo, y buscar bichitos; eso quedó para una próxima visita.
Antes de que abandonaran el aula la directora les preguntó cuáles eran las lecciones principales de la jornada y coincidieron que en el suelo hay vida, que en realidad el suelo es un cuerpo vivo con muchísimos habitantes de diversas formas y tamaños, todos conectados entre sí de alguna forma en una cadena de alimentación compleja, y que todos cumplen alguna función importante por lo que es necesario proteger esa biodiversidad.
Y llegó el momento que más me emocionó cuando la directora pidió que se despidieran y me agradecieran por la visita. Entonces se armó un griterío con varios “gracias abuelo Ruben”, y unos alumnos se acercaron a mi para abrazarme. ¡Qué emoción sentir ese cariño! ¡Qué diferencia con los aplausos que recibía cuando terminaba una presentación en un congreso!
Cuando terminé de escribir estos comentarios me pregunté en que categoría de mi blog colocaría esta publicación. No dudé: sería en “Razones para el optimismo”. La esperanza está en estas generaciones que vienen detrás nuestro.
El niño no es una botella que hay que llenar,
sino un fuego que es necesario encender.
Montagne
FUENTES / MAS INFORMACION
El niño semilla, libro bellamente ilustrado, escrito por el escritor inglés Levi Pinfold. Es la historia de una criatura medio planta medio humana que aparece de la nada y va invadiéndolo todo con flores, frutos y ramas. Se trata del misterio del ciclo de la naturaleza. La vida del Señor Barley, quien lo encontró, cambió para siempre. La obra es ideal para despertar la conciencia ecológica de los niños. . Es la historia de una criatura medio planta medio humana que aparece de la nada y va invadiéndolo todo con flores, frutos y ramas. Se trata del misterio del ciclo de la naturaleza. La vida del Señor Barley, quien lo encontró, cambió para siempre. La obra es ideal para despertar la conciencia ecológica de los niños.
Leerlo es un desafío seguir su libro nos permite aprender a lo niños y docentes. Desestructurar nuestras formas.
Escuela N° 35
Daniela Bellion