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¿Quién nos alimentará en el futuro: ¿la agroecología?, ¿la biotecnología?


Hoy comentaré una conferencia del Dr. Claudio Martinez Debat: “Uruguay Natural y Transgénico”, brindada el 15 de agosto pasado. No por ser guitarrista de una banda musical y admirador de la Pachamama, deja de ser un sólido científico...


Se ha dicho que el proceso científico, así como la composición musical son procesos creativos. Brian Briggs, rockero y miembro de la banda Stornoway, tiene un doctorado en zoología de la Universidad de Oxford. Jorge Drexler es médico, pero su Oscar y cinco premios Latin Grammy’s los ganó componiendo y cantando. El gran Leonardo tocaba la lira y Einstein era un buen violinista; hasta se dice que la música influyó en su pensamiento científico. Y no quiero olvidarme de “No te preocupes (en realidad hacemos ciencia)”, una banda integrada por investigadores y científicas del Instituto Pasteur de Montevideo que, en sus ratos libres hacen música y en sus composiciones hablan de la ciencia y de las investigaciones que hacen en sus laboratorios. Y hay muchos más ejemplos.


Martinez Debat, guitarrista de la banda Supernova además de muy buen divulgador de la ciencia, comienza recordándonos que durante 3500 millones de años la vida se ha desarrollado en un sistema robusto basado en equilibrios y en la interconexión profunda de sus elementos. Hoy, ese complejo sistema está colapsando, y el principal responsable para Martinez Debat es el ser humano. Este curioso ser vivo ha evolucionado aprendiendo a través de la manipulación de su entorno muchos secretos insospechados de la Naturaleza. Con cada nuevo descubrimiento su ego creció hasta alimentar la ambición de suplantar con sus inventos a la Naturaleza misma. Ante la creciente degradación de los ecosistemas terrestres por la voracidad de su modo de vida, la especie humana de pronto se ve tensionada entre dos alternativas para su futuro: o cambia su lógica de producción para conectarse con su ambiente y revertir los daños, o continúa moviéndose en la misma dirección compensando su destrucción a través de la creación de un ambiente sintético en un laboratorio.


Esta disyuntiva está en el centro del planteamiento de Debat, quien nos advierte que estamos en una cruz de caminos y no hay mucho tiempo. Remontándose a los orígenes y a Luca (nuestro más remoto antecesor y a quien le dediqué un capitulo en “Mira donde Pisas”) el investigador nos recuerda que de nuestros ancestros no sólo heredamos una secuencia lineal de código genético, sino también los mecanismos que regulan la expresión de este código. Estos mecanismos se engloban dentro de lo que se conoce como “epigenética”. Una secuencia de ADN puede estar presente en un organismo, pero no lograr expresarse con efectos observables. Se dice que estos genes están “silenciados”, y su activación (encender un interruptor) está vinculada al contexto en el que vive un individuo, al ambiente, al estrés que puede sufrir, y hasta a los microrganismos que componen nuestra “flora natural”, que son fundamentales para digerir nuestra comida, para protegernos contra patógenos (los microbios “malos”) y también para regular la expresión de nuestros genes. Esto último lo explica la epigenética. Con estos comentarios comenzó su exposición, mostrando hasta qué punto nuestra existencia está íntimamente conectada con el medio ambiente, y cómo la más mínima alteración de éste puede traer consecuencias nefastas para nuestra especie.


Para entrar en el tema, nos recuerda que en nuestra sociedad la ciencia y la tecnología avanzan a pasos agigantados, especialmente las biotecnologías cuyos impactos en la salud aún están poco estudiados. Y nos advierte que, por millones de años, la Naturaleza siempre tiende a la homeostasis, a los equilibrios. La idea de que nosotros podemos alterar el sistema de forma infinita es un error que nos puede llevar a un callejón sin salida. La mayor parte de los secretos de la Naturaleza aún no los conocemos, y si nos convencemos de que podemos suplantar todo lo natural por artificios, estos secretos quedarán enterrados bajo nuestros inventos.


Una de estas tecnologías es la transgénesis que consiste en manipular el material genético de un organismo para obtener de él características que no sería posible lograr por medio de cruzamientos con otros organismos sexualmente compatibles. Un organismo genéticamente modificado (OGM) es un organismo que presenta en su genoma ADN proveniente de otra especie con la que no puede reproducirse sexualmente. Para generar plantas transgénicas, el ADN a transferir es primero clonado en bacterias que luego se utilizan para “transformar” células vegetales de la especie de interés, las cuales luego se cultivan y seleccionan (mediante marcadores presentes en el ADN clonado) para generar individuos completos. Todo muy ingenioso.


Hoy en día existen más de 180 millones de hectáreas de cultivos transgénicos distribuidos en 28 países del mundo, cinco de los cuales concentran el 90% de esta área. América Latina es la segunda mayor productora de cultivos transgénicos después de América del Norte.

La mayor parte de esta área sembrada corresponde a cultivos de soja, maíz, algodón y canola y los genes incorporados a estas plantas buscan conferirles por un lado la capacidad de sintetizar toxinas bacterianas con efectos insecticidas para proteger los cultivos de las larvas de lepidópteros (orden de las mariposas y polillas), y por otro, la capacidad de resistir la aplicación de herbicidas.


La justificación para estos “adelantos tecnológicos” --los cultivos transgénicos-- está centrada en el crecimiento económico y la dinamización del sector agropecuario que atrae inversiones extranjeras, genera nuevos puestos de trabajo y produce más alimentos.


Para Claudio Martinez, estos adelantos favorecen a los grandes emprendimientos agrícolas y a las grandes empresas transnacionales que dominan la industria. Mientras tanto, el optimismo que generan evita ponerles atención a los posibles riesgos en la salud y en el medio ambiente a mediano y largo plazo. Cabe destacar que la producción de transgénicos se encuentra concentrada en las mismas empresas que realizan la mayoría de los estudios de seguridad e inocuidad de los OGM para lograr su liberación comercial, los cuales suelen desarrollarse en laboratorios, sin investigaciones en el campo.


Claudio Martínez manifiesta sus dudas sobre la inocuidad de los alimentos transgénicos, cuestionando la precisión de las técnicas de ingeniería genética. Nos advierte que “la vida no soporta ser ingenierizada”. Las técnicas de transgénesis no son exactas y aunque los nuevos métodos para modificar segmentos de ADN en las células de cualquier organismo (como la tecnología CRISPR/Cas9), éstos no dejan de ser imprecisos, ya que no es posible determinar con seguridad en qué sitios se insertará el transgen en el ADN receptor. La inserción del gen que interesa transferir es azarosa y completamente sujeta a probabilidades, por lo que, por más que sepamos que nuestro gen se insertó en el sitio deseado del genoma del organismo receptor, es imposible saber en qué otros sitios se incorporó. Por lo tanto, la localización del transgen en sitios inesperados puede producir efectos insospechados sobre la expresión genética del organismo modificado.


De esta forma, la afirmación --que los alimentos modificados genéticamente son idénticos a los no modificados-- es de dudosa veracidad. Además -- y acá entra la epigenética -- someter a las plantas a estas transformaciones equivale a someterlas a condiciones de estrés, lo que podría modificar la expresión de sus genes. Una de las técnicas más empleadas en la producción de transgénicos es la denominada “biobalística”, que consiste en bombardear a las células vegetales con micropartículas de oro o tungsteno recubiertas del ADN a transferir, un método ingenioso pero en cierta manera violento.


Luego Claudio Martinez aborda otro aspecto discutido sobre los transgénicos: el argumento referido al potencial que ofrecen para combatir el hambre en el planeta. Comenta que no se habla mucho de que la mayor parte de la soja transgénica producida actualmente “alimenta a los chanchos de China y a las vacas de Europa”. Según el científico, la cantidad de alimentos que se produce actualmente es suficiente para alimentar a la población mundial y el verdadero problema se encontraría en la distribución de estos alimentos y en las lógicas de mercado que la sustentan. Este argumento también lo mencionamos en “Mira donde pisas” donde opino que el hambre y la desnutrición de millones se explica por la pobreza que limita el acceso a los alimentos y no por su carencia a nivel global.


Cuando comento sobre la lucha contra las plagas en mi libro surge el concepto de guerra con la Naturaleza (con un capítulo sobre la guerra contra las langostas, que se ha extendido por siglos y sigue sin una victoria clara). También el tema lo aborda Claudio Martínez al comentar las relaciones combativas del ser humano con la Naturaleza, que se expresan hasta en el lenguaje. La “biobalística” podría ser un ejemplo irónico. Según el científico, la humanidad siempre le ha declarado la guerra a todo lo que entorpece sus actividades y ambiciones económicas: guerra contra los insectos, contra los microbios y contra las mal llamadas “malezas”. “En la naturaleza no hay guerra– opina Martínez – competencia sí, pero no guerra”. Una de las armas utilizadas en esta guerra del humano con la Naturaleza es el uso de herbicidas; sin embargo, el “supuesto enemigo” se ha defendido con la aparición de especies resistentes a estos químicos. Y Martinez sigue enumerando impactos negativos de estos progresos como los generados por las cargas masivas de agrotóxicos aplicadas a los cultivos que no sólo permanecen en el suelo y contaminan las aguas, sino que también quedan remanentes en los alimentos. “Se han vuelto condimentos no declarados”, ironiza Martínez.


El científico finalizó su conferencia con una nota optimista: la existencia de alternativas para esta agricultura tan agresiva, mencionando a la agroecología que busca asociar los postulados de la ecología al diseño de nuevos modos de producción agrícola que sean sostenibles en el tiempo. Martínez considera que esta mirada hacia un futuro sustentable es esencial si queremos conservar la Naturaleza como la conocemos y seguir evolucionando de forma orgánica y no de una “forma artificial transhumanista”. Estamos en el cruce de dos caminos. Sólo resta decidir cuál preferimos transitar.


En Martinez Debat tenemos un científico sólido que no duda en desafiar un paradigma dominante con buenos argumentos. Coincido con sus planteamientos, y en cuanto a la agricultura del futuro, espero una transición hacia sistemas productivos menos agresivos con el ambiente, sobre todo con los suelos, aplicando principios de la agroecología y sacando provecho de algunos avances de las biotecnologías.


Fuentes y más información


Uruguay Natural y Transgénico; conferencia del Dr. Claudio Martinez Devat. 23/08/2019


Entrevista al Dr. Claudio Martinez Debat. Universidad ORT 2010-12-09


No te preocupes: en realidad, hacemos ciencia. Banda de investigadores del Instituto Pasteur del Uruguay.


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