En una publicación anterior comentábamos sobre una encuesta promovida por el Dr. Dr. Alfred Hartemink cuando era Secretario General Adjunto de la IUSS (Unión Internacional de la Ciencia del Suelo). El propósito era preguntarle a un grupo de especialistas sobre cómo veían ellos el futuro de los estudios de suelos. Para eso invitó a 98 colegas alrededor a que resumieran sus visiones en 2-3 cuartillas.
Una de las preguntas de la encuesta era sobre cómo había evolucionado el interés sobre los suelos desde que comenzaron a ser estudiados sistemáticamente y cuáles serían las tendencias que podrían afectar el futuro de la disciplina. En este resumen aparecen respuestas muy interesantes.
La ciencia del suelo tiene su origen en la geología, pero rápidamente se desarrolló ligada a la producción de alimentos. La seguridad alimentaria llegó a ser de una gran influencia en el desarrollo de la ciencia del suelo durante el último siglo. En las universidades se los comenzó a estudiar en los departamentos o facultades de agronomía. El objetivo de las investigaciones era aumentar la producción de cultivos. Lamentablemente, aún era frecuente considerar a los suelos simplemente como reservorios de nutrientes y sitios para el anclaje de las plantas.
El punto más alto en el estudio de los suelos ocurrió en la segunda mitad del siglo pasado. Con la llamada Revolución Verde se incrementaron las investigaciones para maximizar las respuestas de los cultivos a los aportes de insumos externos: fertilizantes, pesticidas y aguas de riego. Se expandieron los trabajos de relevamiento y clasificación de suelos en muchos países.
Como resultado de la Revolución Verde se logró aumentar los rendimientos por hectárea de varios cultivos; sin embargo, esto no aseguró el alimento para todas las personas (por ejemplo, África “la vio pasar”). Por otro lado, ese modelo de agricultura de altos insumos externos tuvo impactos negativos que hoy son bastante reconocidos; entre otros: degradación y contaminación de suelos y enriquecimiento por CO2 de la atmosfera con sus consecuencias en los cambios climáticos, etc. Quizás porque se pensó que ya estaba solucionado el problema de la alimentación, los apoyos financieros para estudiar los suelos (por parte de gobiernos y fundaciones) comenzaron gradualmente a disminuir.
Las cuestiones ambientales comenzaron a predominar en las agendas de investigación y la ciencia del suelo fue lenta en adoptar su papel como una ciencia ambiental. Algunos afirman que la agricultura es una actividad destructiva de los ecosistemas naturales sin mencionar que es ella la principal proveedora de alimentos. En ese debate los suelos comenzaron a aparecer como objetos de estudio para especialistas de otras disciplinas como la biología.
Los suelos son un enorme reservorio de genes. La búsqueda de organismos y genes con valor comercial por parte de la industria farmacéutica genera una nueva fuente de financiación para estudiar el suelo. El material genético aún desconocido en los suelos tiene un enorme potencial en la producción agrícola, la salud humana y la protección ecológica. Sin embargo, los investigadores con una formación académica agronómica, excepto los pocos orientados a la microbiología de los suelos, no estaban preparados para competir en estos nuevos territorios.
Los especialistas de suelos reaccionan defensivamente para proteger su ciencia y su identidad, pero inicialmente evitan integrarse con otras disciplinas y abordar investigaciones multidisciplinarias. Disminuyen los estudiantes con interés en suelos y muchas universidades modifican sus denominaciones para acentuar el énfasis en la protección de los recursos naturales y la protección del ambiente. Algunos departamentos de suelos cierran sus puertas o sus programas pasan a ser parte de los departamentos de ciencias ambientales.
Comienzan a aparecer nuevos temas de investigación, como los suelos como captores de carbono, pero entre los agrónomos el estudio de la biología de los suelos permanece aún relegado.
Los movimientos ambientalistas aumentan sus esferas de influencia y la agricultura sigue siendo vista como la villana de la película por sus impactos en los suelos. En la academia aumenta la tensión de los agrónomos con los biólogos y los ecólogos, así como con grupos ecologistas, con fuertes ataques al modelo Revolución Verde. En la agronomía comienzan a surgir voces promoviendo enfoques menos agresivos con los suelos y con una visión más holística y a largo plazo.
Aparece la agroecología y surge el concepto de “agricultura sustentable” enfatizando nuevos principios para producir alimentos protegiendo el recurso suelo para las generaciones futuras. Se expanden las experiencias con laboreos de conservación y siembra directa. Ciertas propuestas radicales proponen cambiar “el modelo de agricultura” y más extremistas aún son los llamados a moverse hacia una agricultura completamente orgánica.
En muchas las facultades de agronomía tradicionales las nuevas ideas encuentran resistencia. Muchos agrónomos, así como economistas agrícolas proclaman que estos nuevos modelos no van a alimentar a una población que aumenta aceleradamente. Las fundaciones escuchan los debates y los fondos continúan disminuyendo. Algún ministro de agricultura propone cancelar los departamentos de suelos de sus ministerios; el razonamiento es simplista: si ya están terminados los mapas de suelos ya no es necesario seguir estudiándolos. Esos recursos podrían ser mejor utilizados en la biotecnología para lograr especies genéticamente modificadas más productivas.
Simultáneamente, mientras especialistas (pedólogos) de la vieja guardia siguen infructuosamente en la búsqueda de apoyos para sus estudios básicos sobre génesis de los suelos con escaso éxito para encontrar estudiantes y fondos para investigar, surge una verdadera revolución en herramientas tecnológicas con la capacidad para estudiar los suelos a muy distintas escalas: desde sensores remotos a escalas de paisaje (mapeo digital por ejemplo) , hasta técnicas moleculares (la metagenómica por ejemplo) para comenzar a descubrir ese 90%+ de la microbiota del suelo hasta ahora prácticamente desconocido.
Uno de los encuestados hace una observación interesante. Hay una generación de científicos que se está retirando. Las dificultades de financiamiento se traducen en menos ciencia ahora que hace 20 o 30 años. Sin embargo, el número de publicaciones se incrementa cada año. Entonces se pregunta: ¿Será que los investigadores están trabajando en forma más eficiente? ¿Será porque se produce más información gracias a las computadoras? ¿O, sólo estaremos reciclando ideas?
Aun hoy siguen esquivos los esfuerzos para popularizar la importancia del suelo y sus múltiples funciones. Los especialistas suelen utilizar un lenguaje que solo lo entienden sus colegas, y a veces, siempre que pertenezcan a la misma subdisciplina. Esto, que parece no ser problema en otras ciencias, debilita el vínculo con otras disciplinas y con la sociedad en general.
A pesar del tiempo, aún persiste esa visión generalizada y simplista de los suelos como repositorio de nutrientes que si se agotan pueden ser repuestos agregando fertilizantes químicos.
Sigue esquiva una comunicación fluida con especialistas de otras disciplinas (indispensable para abordar trabajos interdisciplinarios), con los políticos (muchas de sus decisiones afectan el uso de los suelos), y con el público en general.
Otra tarea que está en “el debe” es la necesidad de llegar con mensajes atractivos para despertar el interés sobre los suelos de los niños en la educación primaria. Creo que este punto es MUY importante.
Este es un panorama muy resumido, quizás simplista de la evolución de los estudios de suelos según los encuestados. En futuras publicaciones describiremos algunos de los escenarios presentados.
FUENTES / ENLACES ÚTILES / MAS INFORMACION
Conferencia del Dr. Rathan Lal sobre el futuro del suelo organizada por la AAPRESID.
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